Olavo de Carvalho
Diário do Comércio, 27 de abril de 2014
13 de marzo del 2022. El Conservador CR . Los lectores de este diario son en general empresarios, personas con gran responsabilidad en el área económico-social, y es de máxima importancia que tomen sus decisiones estratégicas con base en informaciones fidedignas. Les recuerdo a esos lectores que hace nueve años vengo aquí haciendo análisis y previsiones que nunca, ni una única vez, el pasar del tiempo y ni la acumulación de hechos dejaron de confirmar.
Las más confirmadas de todas resultaron ser, especialmente, aquellas que, en un primer momento, fueron blanco de chacota, libertinaje y negaciones perentorias, proferidas con aires de desprecio olímpico por los representantes de los grandes medios y del establishment universitario y repetidas infinitamente por estudiantes y blogueros semi-analfabetos.
El caso del Foro de São Paulo es solamente el más notorio. Menos vistoso, pero incomparablemente más importante, es el del profesor Alexandr Duguin (algunos prefieren escribir “Dugin”), cuyo papel decisivo en el escenario mundial los “formadores de opinión”, tanto periodísticos como universitarios, insisten en ignorar o minimizar, manteniendo así al público en la total obscuridad en cuanto los factores cruciales que determinan el curso de las cosas en la política internacional.
En el 2011 tuve con ese eminente pensador y estratega ruso un largo debate por internet, que se prolongó de marzo a julio y cuyo texto integral fue después publicado por la Vide Editorial, de Campinas (“Los EE.UU. Y el Nuevo Orden Mundial. Un Debate entre Alexandre Dugin y Olavo de Carvalho”, 2012), siendo también accesible, en la lengua inglesa, en el sitio del Inter-American Institute (www.theinteramerican.com).
Acepté el debate porque ya seguía el desarrollo de las ideas del profesor Duguin desde por lo menos el 2003, habiendo sido el primero en mencionarle su nombre a los medios nacionales, en un tiempo en que hasta en los Estados Unidos él era prácticamente ignorado (v. http://www.olavodecarvalho.org/semana/030426globo.htm). En aquella época la doctrina que él compartía con el escritor Eduard Limonov aún era conocida como “nacional-bolchevismo”.
Al romper con Limonov, unos años después, Duguin cambió el nombre del sistema por “eurasianismo”. Los motivos de la ruptura me llamaron la atención: Limonov, crítico feroz de la administración Putin, fue a parar en la cárcel, en cuanto que Duguin, hijo de oficial de la KGB, recibía del gobierno ruso toda suerte de homenajes y favores.
Poco a poco, la coherencia entre la estrategia político-militar de Vladimir Putin y los preceptos del eurasianismo mostró ser mucho más que mera coincidencia, especialmente cuando se supo que Putin había colocado a disposición del prof. Duguin una vasta oficina repleta de asesores, todo pagado por el Estado.
En la época del debate, ya estaba claro que el eurasianismo era literalmente la estrategia del gobierno ruso, y de que sin el conocimiento profundo del pensamiento del prof. Duguin era tan imposible comprender las acciones de Putin como sería inviable comprender la política externa americana, de Eisenhower a Gerald Ford, ignorando las ideas de Henry Kissinger.
El motivo inicial que llevó a los iluminados opinadores a escarnecer esa obviedad como un producto extravagante de mi mente insana fue, claramente, el natural despecho del ignorante ante cosas que están encima de su capacidad. Las ideas del prof. Duguin son una síntesis compleja de los siguientes elementos: el marxismo-leninismo-stalinismo, la geopolítica de Halford J. Mackinder y Karl Haushoffer, el mesianismo ruso de Aleksei Khomiakov, Nicolai Danilevski, Fiódor Dostoiévski y Vladimir Soloviev, el islamismo, el esoterismo de René Guénon y Julius Evola, así como el pensamiento “revolucionario conservador” (protonazi) de Moeller van den Bruck y Edgar Julius Jung.
Existe alguien, en los medios periodísticos y académicos de este país, que conozca todas esas áreas de pensamiento por lo menos lo suficiente para entender lo que el prof. Duguin está hablando? No existía en el 2003, no existía en el 2011 y no existe ahora.
Feliz o infelizmente, con excepción de van der Bruck y Edgar Jung, que solo después de eso comenzaron a atraer mi interés, todos los otros mencionados eran autores que yo había venido estudiando desde treinta años antes de mi confrontación con el prof. Duguin. El eurasianismo se presentó para mí, por tanto, con una inteligibilidad inmediata que era absolutamente inaccesible a la clase intelectual brasileña. Esta solo podía reaccionar a la novedad extraña e indigerible de dos maneras: fingiendo desprecio, como el zorro de la fábula, o postrándose en adoración hipnótica ante la fuerza de lo incomprensible. El público a quien llega alguna información sobre el duguinismo se divide, pues en despechados y deslumbrados.
Incluso en los Estados Unidos se preciso de mucho tiempo para que el duguinismo llegase a despertar alguna reacción inteligente, incluso en los círculos más directamente involucrados en los altos debates de la política exterior americana.
El último número de Foreign Affairs traía un artículo interesante de Anton Barbashin y Hannah Thoburn, “Putin’s Brain: Alexander Dugin and the Philosophy Behind Putin’s Invasion of Crimea” , e en la revista National Review, del 3 de marzo, apareció Robert Zubin escribiendo sobre “The Eurasianist Threat“.
Ya es un comienzo. Pero la compartimentación de los estudios universitarios americanos en especialidades estancadas aún es un obstáculo a la comprensión del duguinismo, sistema que, con todos los aciertos notables y errores monstruosos que contiene, se hace notable antes que todo por el universalismo amplio de sus intereses y perspectivas.
Traductor: Eddie Badilla Vindas
Texto original: https://olavodecarvalho.org/duguinismo-e-ignorancia/
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