Viernes 23 de Mayo del 2025

LA PALABRA-GATILLO

Olavo de Carvalho

Diário do Comércio, 8 de junho de 2012

En el artículo anterior, mencioné algunos términos de la “lengua de palo” que domina hoy el debate público en Brasil, inclusive y sobre todo entre intelectuales que tendrían como primera obligación analizar el lenguaje usual, liberándolo del poder hipnótico de las palabrejas de moda y restaurando el tránsito normal entre lengua, percepción y realidad.

Pero estoy lejos de pensar que las palabrejas de moda son inútiles. Para el demagogo y charlatán, ellas sirven para despertar en la platea, por fuerza del mero automatismo semántico resultante del uso repetitivo, las emociones y reacciones deseadas. Para el estudioso, son la piedra-de-toque para distinguir entre el discurso de la demagogia y el discurso del conocimiento. Sin esa distinción, cualquier análisis científico de la sociedad y de la política sería imposible.

El lenguaje de las palabrejas de moda se caracteriza por tres trazos inconfundibles:

1) Apuesta en el efecto emocional inmediato de las palabras, pasando por alto el examen de los objetos y experiencias correspondientes.

2) Procura dar la impresión de que las palabras son un traslado directo de la realidad, escamoteando la historia de cómo sus significados presentes se formaron por el uso repetido, expresiones de preferencias y elecciones humanas. Confundiendo a propósito palabras y cosas, el agente político disimula su propia acción e induce a la platea a creer que decide libremente con base en una visión directa de la realidad.

3) Confiere la autoridad de verdades absolutas a afirmaciones que, en la mejor de las hipótesis, tiene una validez relativa.

Un ejemplo es el uso que los nazis hacían del término “raza”. Es un concepto complejo y ambiguo, donde se mezclan elementos de anatomía, de antropología física, de genética, de etnología, de geografía humana, de política y hasta de religión. La eficiencia del término en la propaganda dependía precisamente de que esos elementos permanezcan mezclados e indistintos, formando una síntesis confusa capaz de evocar un sentimiento de identidad grupal. Es por eso que la Gestapo mandó a aprehender el libro de Eric Voegelin, Historia de la Idea de Raza (1933), un estudio científico sin cualquier atractivo político: para funcionar como símbolo motivador de la unión nacional, el término tenía que aparecer como la traducción inmediata de una realidad visible, no como aquello que realmente era – el producto histórico de una larga acumulación de presupuestos altamente cuestionables.

Del mismo modo, el término “fascismo”, que científicamente comprendido se aplica con bastante propiedad a muchos gobiernos izquierdistas del Tercer Mundo (v. A. James Gregor, The Ideology of Fascism, 1969, y Interpretations of Fascism, 1997), es usado por la izquierda como rótulo infame para denigrar ideas tan extrañas al fascismo como la libertad de mercado, el anti-abortismo o el odio popular al Mensalão*. Cierta vez, en un debate, oí un ilustre profesor de la USP** exclamar “Liberalismo es fascismo!” Gentilmente pedí que la criatura citase un ejemplo – tan solo un ejemplito – de un gobierno fascista que no practicase un rígido control estatal de la economía. No pudo, es claro. La palabra “fascismo”, en la boca del distinguido, no era el signo de una idea o cosa: era una palabra-gatillo, fabricada para despertar reacciones automáticas.

Debería ser evidente a primera vista que los términos usados en el debate político y cultural raramente denotan cosas, objetos del mundo exterior, más sí una amalgama de conjeturas, expectativas y preferencias humanas; que, por tanto, ninguna de ellas tiene cualquier significado más allá del haz de contradicciones y dificultades que encierra, a través de las cuales, y sólo a través de las cuales, llegan a designar algo del mundo real. Usted puede saber lo que es un gato simplemente viendo al gato, pero “democracia”, “libertad”, “derechos humanos”, “igualdad”, “reaccionario”, “preconcepto”, “discriminación”, “extremismo” etc. Son entidades que solo existen en la confrontación dialéctica de ideas, valores y actitudes. Quien quiera que use esas palabras dando la impresión de que reflejan realidades inmediatas, no-problemáticas, reconocibles a primera vista, es un demagogo y un charlatán. Aquel que así escribe o habla no quiere despertar en usted una consciencia de cómo las cosas pasan, sino apenas una reacción emocional favorable a su propia persona, a sus propios intereses. Es un narcotraficante posando de intelectual y profesor.

La frecuencia con que las palabras-gatillo son usadas en el debate nacional como símbolos de premisas autoprobantes, valores incuestionables y criterios infalibles de lo cierto y de lo errado ya demuestra que el mero concepto de actividad intelectual responsable desapareció del horizonte mental de nuestras “clases hablantes”, siendo substituido por su caricatura publicitaria y demagógica.


¿Cómo llegamos a ese estado de cosas? Investigarlo es trabajoso, pero no substancialmente complicado. Es solo rastrear el proceso de la “ocupación de espacios” en los medios, en la enseñanza y en las instituciones de cultura, que fue, por el uso obsesivamente repetitivo de palabrejas de moda, uniformizando el lenguaje de los debates públicos e imantando de valores positivos o negativos, atrayentes o repulsivos, un cierto repertorio de palabras, que entonces pasaron a ser utilizadas como gatillos de reacciones automatizadas, uniformes, completamente predecibles.
 

Si usted es entrenado para tener siempre las mismas reacciones delante de las mismas palabras, acaba viendo solamente lo que es capaz de decir, y difícilmente consigue pensar diferente a lo que los dueños del vocabulario lo mandan a pensar. Ese fue uno de los principales mecanismos por los cuales la festiva “democratización” de Brasil acabó extinguiendo, en la práctica, la posibilidad de cualquier debate substantivo sobre lo que quiera que sea.

 

*Mensalão: Un tipo de asignación mensual o mesada para sobornar diputados federales brasileños elaborado por algunos miembros del Partido de los Trabajadores (PT). Estos utilizaron el monto para pagar a diputados federales de la base aliada a cambio de votos a favor de proyectos gubernamentales.

**USP: Universidad de São Paulo

 

Traductor: Eddie Badilla Vindas

 

Texto original:   https://olavodecarvalho.org/a-palavra-gatilho/

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