Martes 24 de Junio del 2025

POR QUE NO SOY FAN DE CHARLES DARWIN

Olavo de Carvalho
 

Diário do Comércio, 20 de febrero de 2009
 

01 de mayo, 2022. El Conservador CRLas festividades billonarias en conmemoración a los doscientos años del nacimiento de Charles Darwin tornan momentáneamente invisibles algunos hechos esenciales de la vida y de la obra de ese hombre de ciencia.

Desde luego, Darwin no inventó la teoría de la evolución: la encontró lista, bajo la forma de doctrina esotérica, en la obra de su propio abuelo, Erasmus Darwin, y como hipótesis científica en menciones innumerables esparcidas en los libros de Aristóteles, San Agustín, Sto. Tomás de Aquino y Goethe, entre otros.
 

Todo lo que él hizo fue arriesgarse con una nueva explicación para esa teoría – y la explicación estaba errada. Nadie más, entre los autoproclamados discípulos de Darwin, cree en la “selección natural”. La teoría de moda, el llamado “neodarwinismo”, proclama que, en vez de una selección misteriosamente orientada al mejoramiento de las especies, todo lo que hubo fueron mudanzas  aleatorias. Que yo sepa, el mero azar es precisamente lo contrario de una regularidad fundada en una ley natural, racionalmente expresable. El darwinismo es una idea resbaladiza y proteiforme, con la cual no se puede discutir seriamente: tan pronto es presionado contra la pared por una nueva objeción, él no se defiende – sino que muda de identidad y sale cantando victoria. Muchas teorías idolatradas por los modernos hacen eso, pero el darwinismo es la única que tuvo la cara dura de transformarse en su opuesto y continuar proclamando que aún es la misma.

Todos los celebrantes del ritual darwiniano, neodarwinistas incluidos, rechazan como pseudocientífica la teoría del “diseño inteligente”. Pero quien inventó esa teoría fue el propio Charles Darwin. Eso queda muy claro en los parágrafos finales de El Origen de las Especies, que en mi remota adolescencia leí de cabo a rabo con un enorme encantamiento y que hizo de mí un darwinista, fanático al punto de colocar el retrato del autor en la pared de mi cuarto, rodeado de dinosaurios (solo ahora comprendo que él es uno de ellos). Ahora, gracias a la amabilidad de un lector, tomé conocimiento de los estudios desarrollados por John Angus Campbell sobre la “retórica de las ciencias”. Él estudia los libros científicos bajo el punto de vista de su estrategia de persuasión. En un vídeo fascinante que ustedes pueden ver en A Retrospective Look at The Origin of Species, él demuestra que el “diseño inteligente” no es apenas un complemento final de la teoría darwinista, mas su premisa fundamental, esparcida discretamente por todo el edificio argumentativo de El Origen de las Especies. El “diseño inteligente” es, por tanto, la única parcela de la teoría darwiniana que aún tiene defensores: y estos son los peores enemigos del darwinismo.
 

Es ciertamente una paradoja que el inventor de una explicación falsa para una teoría preexistente sea celebrado como creador de esa teoría, pero una paradoja aún mayor es que la premisa fundamental de la argumentación darwiniana sea repelida como la negación misma del darwinismo.
 

Puramente farsesco, sin embargo, es el esfuerzo general para camuflar la ideología genocida que está incrustada en la propia lógica interna de la teoría de la evolución. Cuando los apologistas del científico británico admiten a regañadientes que la evolución “fue usada” para legitimar el racismo y los asesinatos en masa, ellos lo hacen con monstruosa hipocresía. El darwinismo es genocida en sí mismo, desde su propia raíz. El no tuvo que ser deformado por discípulos infieles para tornarse algo que no era. Lean estos parágrafos de Charles Darwin y digan con honestidad si el racismo y la apología del genocidio tuvieron que ser injertados a posteriori en una teoría inocente:

“En algún período futuro, no muy distante si es medido en siglos, las razas civilizadas del hombre van ciertamente exterminar y substituir a las razas salvajes en todo el mundo. Al mismo tiempo, los macacos antropomorfos… serán sin duda exterminados. La distancia entre el hombre y sus compañeros inferiores será mayor, pues mediará entre el hombre en un estado aún más civilizado, esperamos, del que el caucásico, y algún macaco tan bajo como el babuino, en vez de, como ahora, entre el negro o el australiano y el gorila”.

¡Imaginen, durante las elecciones americanas, la campaña de John McCain proclamar que Barack Hussein Obama estaba más cercano al gorila que a un candidato republicano!

¡Hay más: “Mirando el mundo en una fecha no muy distante, qué incontable número de razas inferiores habrá sido eliminado por las razas civilizadas más altas!"
 

Para completar, una apelación explícita a la liquidación de los indeseables:

“Entre los salvajes, los débiles de cuerpo o mente son pronto eliminados; y los sobrevivientes generalmente exhiben un vigoroso estado de salud. Nosotros, civilizados, por nuestro lado, hacemos lo mejor que podemos para detener el proceso de eliminación: construimos asilos para los imbéciles, los lisiados, y los enfermos; instituimos leyes para proteger los pobres; y nuestros médicos empeñan el máximo de su habilidad para salvar la vida de cada uno hasta el último momento… Así los miembros débiles de la sociedad civilizada propagan a su especie. Nadie que haya observado la crianza de animales domésticos pondrá en duda que eso debe ser altamente perjudicial a la raza humana. Es sorprendente cuán rápidamente la falta de cuidados, o los cuidados erróneamente conducidos, llevan a la degeneración de una raza doméstica; pero, excepto en el caso del propio ser humano, nadie jamás fue ignorante al punto de permitir que sus peores animales se reprodujesen”.

 

Noten bien: no estoy contra la hipótesis evolucionista. De lo que he observado hasta ahora, debo concluir que soy el único ser humano, en mi círculo de relaciones cercanas y distantes, que no tiene la menor idea de si la evolución aconteció o no aconteció. Todo el mundo tiene alguna creencia al respecto, y parece dispuesto a matar y morir por ella. Yo no tengo ninguna.

No obstante, mi abstinencia de opiniones al respecto de una cuestión que considero insoluble no me prohíbe de notar la absurdidad de las opiniones de quien tenga alguna. Hace mucho tiempo que he comprendido que los científicos son aún menos dignos de confianza de lo que los políticos, y las paradojas de la fama de Charles Darwin no hacen sino confirmarlo. Mis instintos malignos me impelen a agarrar a los darwinistas por el cuello y preguntarles:
 

– ¿Por qué tanta ola en torno a Charles Darwin. Él inventó el “diseño inteligente”, que ustedes odian, y la selección natural, que ustedes dicen que es falsa. Él predicó abiertamente el racismo y el genocidio, que ustedes dicen abominar. Para celebrarlo, ustedes tienen que crear de la nada un personaje ficticio que es lo contrario de lo que él fue históricamente. No ven que todo eso es una payasada?

 Traductor: Eddie Badilla Vindas

Texto original: https://olavodecarvalho.org/por-que-nao-sou-um-fa-de-charles-darwin/

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