De Olavo de Carvalho
Diário do Comércio, 09 de junio de 2008
A primera vista, la Unión de las Naciones Suramericanas, UNASUR, no es más que la implementación de un precepto constitucional. En su artículo 4, párrafo único, la Constitución brasileña determina: "La República Federativa del Brasil buscará la integración económica, política, social y cultural de los pueblos de América Latina, con miras a la formación de una comunidad latinoamericana de naciones".
En verdad, será una autoridad supranacional, un órgano del gobierno mundial, con poderes para imponer el socialismo a todo el continente sin que los pueblos y naciones envueltos puedan determinar el proceso o interferir en él en lo más mínimo que sea.
Los motivos que me llevan a decir eso son muchos.
Desde luego, la implantación del gobierno mundial a partir de sucesivas integraciones regionales es un plan en avanzado estado de realización, conforme admitió hace dos años ya un informe del Council on Foreign Relations (v. Os Inventores do Mundo Futuro).
De las varias integraciones regionales pretendidas, la primera y más exitosa hasta ahora, el modelo para todas las venideras, es la Unión Europea, y esta funciona exactamente del modo como estoy diciendo. Hoy en día, setenta por ciento de las decisiones de gobierno en Europa son tomadas en Bruselas, sin que los electores de los varios países puedan decir ni pío o tengan siquiera los medios de informarse al respecto. El proceso democrático en las naciones europeas está hoy limitado a las cuestiones menores y de corto plazo, en las cuales tiene que ceñirse a las líneas generales determinadas por la UE. Europa es hoy una dictadura administrada localmente por democracias de juguete encargadas de ratificar sus decisiones, sea imponiéndolas sin dar satisfacción al electorado (como en el caso de la poligamia británica), sea legitimándolas por medio de una nueva modalidad de consulta popular, farsesca hasta el último límite de la payasada: cuando el referendo decide contra la voluntad de la UE, es considerado provisorio y entonces se hace otro, y otro, y otro, cansando al electorado hasta forzarlo a dar la respuesta deseada, que entonces se torna definitiva (fue así que se impuso la liberación del aborto en Portugal, por ejemplo). La constitución de la UE, para admitir una nueva nación miembro, exige pruebas de que el régimen vigente en ella es suficientemente democrático, mas, como observó el sociólogo Ralf Dahrendorf, la propia UE, en caso de que pidiera ingreso en sí misma, jamás pasaría el examen.
Quien quisiera estudiar ese asunto, que lea “The European Union Collective”, de Christopher Story (London, Edward Harle), y sobre todo el estudio reciente de John Fonte, “Global Governance vs. the Liberal Democratic Nation-State: What Is the Best Regime?”, presentado el pasado miércoles en el Bradley Symposium 2008 del Hudson Institute en Washington D.C. (v. 2008 Bradley Symposium Fonte Essay), del cual volveré a hablar al final de este artículo.
En tercer lugar, el núcleo generador de la planeada integración latinoamericana ya existe y está en pleno funcionamiento hace dieciocho años: es el Foro de São Paulo. El nivel de integración ahí alcanzado se puede medir por la extensión de la red de protección mutua entre partidos legales de izquierda y organizaciones de narcotraficantes y secuestradores, la cual opera en prácticamente todas las naciones de América Latina, asegurando la total impunidad para los criminales que actúan en el interés de la estrategia continental izquierdista. El libro organizado por Paulo Diniz Zamboni “Conspiração de Portas Abertas: Como o Movimento Revolucionário Comunista Ressurgiu na América Latina através do Foro de São Paulo”, recién lanzado por la editorial É-Realizações, São Paulo, 2008, ofrece una descripción general del fenómeno. Actualizaciones importantes son los artículos “O XIV Foro de São Paulo rasga a sua cartilha”, de Alejandro Peña Esclusa y “XIV Encontro do Foro de São Paulo: refundação ou branqueamento?”, de Graça Salgueiro.
La completa inexistencia de fronteras nacionales para el Foro de São Paulo y la eficacia asustadora de su gestión secreta de los asuntos continentales quedaron más que comprobadas cuando el Sr. Luís Inácio Lula da Silva, en su discurso del 2 de julio de 2005, en el 15º Aniversario del Foro, admitió que el resultado del referendo venezolano del 15 de agosto del 2004 fue creado por la intervención camuflada de él mismo y de otros miembros de la entidad. El poder de control ejercido por el Foro sobre el debate público puede ser medido por el hecho de que el S. Luís Inácio, incluso después de esa confesión oficial, jamás fue siquiera interpelado en el Parlamento o en los medios sobre su interferencia ilegal en los asuntos de un país vecino. El Foro hace lo que quiere, y nadie en torno osa siquiera levantar preguntas.
La integración latinoamericana opera también en un nivel ostensivamente criminal, pero, aun cuando la colaboración entre las FARC, el MIR chileno y las cuadrillas locales llegó a producir en Brasil el récord macabro de 50 mil homicidios por año, la existencia de la trama de complicidades que permitió alcanzar ese resultado continuó siendo tabú en los debates parlamentarios y en los medios en general. En los medios políticos y empresariales, toda mención al asunto es aún considerada una descortesía pecaminosa. El Foro ya es la autoridad transnacional, supranacional, ante la cual las naciones se inclinan con obediencia reverente y silenciosa, sin osarse a hablar o pensar nada contra una entidad tan sublime. Por qué, después de eso, será necesario, un órgano encargado de realizar la "integración"? La UNASUR no hará sino extender un manto de legalidad aparente sobre el hecho consumado, con la ayuda de las debidas conveniencias comerciales de ambas partes, apaciguando las conciencias de los que se callaron al largo de casi dos décadas ante el avance de la prepotencia y del crimen en escala continental.
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En la conferencia de John Fonte, en que en una hora enseñó más sobre política internacional de lo que yo habría aprendido leyendo un año entero del New York Times o cien años de ediciones de la Folha de S. Paulo, uno de los detalles más importantes fue la cita de un consejo dado por el periodista y científico político Strobe Talbott a Bill Clinton, consejo que le valió su nominación para Subsecretario de Estado en 1994. Para vencer la resistencia de los americanos a la propuesta de disolver la soberanía nacional de los Estados Unidos, Talbott recomendaba "vencer el multilateralismo como si fuese no solamente un imperativo económico, sino un medio de preservar e ampliar el liderazgo americano en el mundo". Toda la política exterior de Clinton está contenida en esa fórmula: disolver el poder nacional americano fingiendo ampliarlo. Como las iniciativas globalizantes se tornaron desde entonces bastante intrusivas y prepotentes, la nación americana se acabó llevando la culpa de todo lo que se hacia contra ella. Un efecto colateral de eso, en América Latina, fue el de dar credibilidad retroactiva y reforzada al viejo discurso "antiimperialista" de la izquierda sói disant nacionalista - representada en Brasil, por ejemplo, por un Aldo Rebelo o un Manuel Cambeses Jr.-, haciendo con que la opinión pública de las naciones afectadas por el avance del globalismo se vuelvan ciegas contra los EE.UU., encubriendo y protegiendo las verdaderas fuentes de opresión. Los servicios prestados por el nacionalismo de izquierda al globalismo han sido ampliamente recompensados a través de la ayuda cada vez más intensa que las organizaciones izquierdistas reciben de entidades como las fundaciones Ford y Rockefeller, sin hablar de George Soros. El caso de la reserva Raposa Serra do Sol ilustra eso de manera particularmente clara, y nadie comprenderá las resistencias, pocas y débiles, que la iniciativa provocó entre izquierdistas que no prestan atención al hecho de que procuran encajar la reacción nacionalista en el viejo esquema del "antiimperialismo", jugándolo contra los EE.UU. Y ayudándolo a demoler la única resistencia nacional que aún puede encararse al avance globalista.
Traductor: Eddie Badilla Vindas
Republicación en San José, Costa Rica, 2 de julio de 2024 .
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En la reciente reunión de los "salvadores del planeta", donde el presidente de Costa Rica Carlos Alvarado, sólo fue a hacer el ridículo, nos terminaron de vender, ningún medio nacional ha expuesto la barbarie que es la capitalización de la naturaleza por el globalismo.
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